viernes, 14 de noviembre de 2008

Los Dioses estiman a los de firme animo


Iliada, canto XIII-275

Sé cuán grande es tu valor. ¿Por qué me refieres estas cosas? Si los más señalados nos reuniéramos junto a las naves para armar una celada, que es donde mejor se conoce la bravura de los hombres y donde fácilmente se distingue al cobarde del animoso ‑el cobarde se pone demudado, ya de un modo, ya de otro; y, como no sabe tener firme ánimo en el pecho, no permanece tranquilo, sino que dobla las rodillas y se sienta sobre los pies y el corazón le da grandes saltos por el temor de las parcas y los dientes le crujen; y el animoso no se inmuta ni tiembla, una vez se ha emboscado, sino que desea que cuanto antes principie el funesto combate‑‑‑, ni allí podrían baldonarse tu valor y la fuerza de tus brazos. Y, si peleando te hirieran de cerca o de lejos, no sería en la nuca o en la espalda, sino en el pecho o en el vientre, mientras fueras hacia adelante con los guerreros más avanzados.

No hay comentarios: